Necesidad de una corriente de pensamiento sistémico, internacionalista, proletario y post-capitalista
- La necesidad
La
crisis profunda del capitalismo ha creado la necesidad de nuevas
corrientes de pensamiento. Desde Fidel Castro hasta reconocidos y
numerosos teóricos impulsan la “batalla de ideas”, reclaman el debate
ideológico, insisten sobre la necesidad de actualizar la teoría a las
condiciones actuales del mundo. El pensamiento revolucionario debe
responder al insurgir revolucionario de los pueblos y de los
trabajadores.
La decadencia del imperio occidental (euro-estadounidense-japonés-sionista), la hecatombe climática que ya provoca enormes tragedias medio-ambientales, el derrumbe moral de los opresores que alienta el despertar espiritual de la juventud planetaria, han creado la necesidad perentoria y urgente de revolucionarizar el pensamiento y la acción de la humanidad.
Se
puede afirmar que esas corrientes ya existen. Hay que unificarlas,
organizarlas, hacerlas más visibles, potenciarlas, integrarlas a la
acción revolucionaria. Sólo se requiere voluntad.
- ¿Por qué corriente?
Uno de los principales problemas identificados desde la época de Marx y Engels es el “sectarismo”[1]
que se contraponía a la acción amplia y contundente de los
trabajadores. “La emancipación de los trabajadores es obra de los
trabajadores mismos”, era la frase central del 1ª Internacional, asunto
que se olvidó en el camino. Las organizaciones, partidos, vanguardias y
sectas se atribuyeron la tarea de “liberar a los pueblos”. Estos fueron
suplantados[2].
Las
corrientes de pensamiento tienen como principal objetivo llegar con
ideas elaboradas a los movimientos de las masas, a la mente de sus
dirigentes, a fin de motivarlos en una u otra dirección con absoluta
libertad, confiando en la correspondencia entre la realidad de los
pueblos, las necesidades de los trabajadores, y la validez de la
elaboración teórica.
Sólo
así romperemos los lazos que nos atan al pasado. Sólo de esa manera
quebrantaremos esquemas, retomaremos la creatividad y la efectiva acción
transformadora. Sólo en libertad, las ideas que se construyan serán
puestas a prueba por la praxis revolucionaria de los pueblos y de
los trabajadores, retroalimentando la corriente de pensamiento con
nuevos retos e interrogantes.
- ¿Por qué sistémico?
La
separación absoluta entre teoría y práctica estaba sustentada
filosóficamente en la contradicción entre unidad y lucha. Las bases de
la dialéctica materialista planteadas por Marx y Engels como fruto de su
trabajo de síntesis del pensamiento más avanzado hasta su época –a
pesar de los desarrollos realizados por sus continuadores– fueron
sustituidas por un pensamiento esquemático, petrificado, no dialéctico,
materialista mecanicista, que no nos ha permitido asimilar los enormes
avances de la ciencia producidos durante el siglo XX y principios del
XXI.
Hoy
la dualidad cuerpo-mente, materia-energía, lucha-unidad,
particularidad-totalidad, partícula-onda, ha empezado a ser entendida de
una forma plenamente dialéctica, en permanente transformación y
movimiento, en diferentes dimensiones, como un “sistema”, tarea que está
por ser desarrollada por los revolucionarios del siglo XXI. A eso nos
referimos cuando reclamamos lo “sistémico”.
- ¿Por qué internacionalista?
Desde
finales del siglo XIX y principios del siglo XX el capitalismo asumió
la figura de imperialismo. No era sólo una nueva forma de colonialismo,
era una nueva modalidad de capitalismo. Hoy, la realidad nos indica que
hemos entrado en una fase de regresión tan enorme, que para tratar de
sostener su sistema las potencias imperio-capitalistas se han impuesto
la tarea de destruir riqueza. Algunos le llaman “capitalismo senil”,
otros “sistema-mundo-capitalista” en declive o en auto-destrucción.
Durante
todo el siglo XX, una interpretación nacionalista del imperialismo le
dio vida a un “nacionalismo-socialista” que asumió formas de derecha y
de izquierda. Los análisis de clase fueron sustituidos por análisis
geo-políticos en donde el interés nacional se puso por encima de los
intereses de los trabajadores y de la humanidad. Las revoluciones árabes
que se iniciaron en 2011, el movimiento de los “indignados” españoles y
de los “ocupas” estadounidenses, sacaron a la luz esa contradicción.
Hoy
se requiere una re-interpretación del imperialismo y del capitalismo
parasitario en crisis sistémica o en fase de decadencia especulativa y
autodestructiva. Los análisis geopolíticos que dividen a las potencias
capitalistas entre buenos y malos, a autócratas y dictadores entre
aceptables o rechazables –de acuerdo al interés geo-estratégico de
quien los hace–, ya no les sirven a los pueblos, a los trabajadores ni
a la humanidad.
Se
necesita con urgencia un re-enfoque de “lo nacional”. Un teórico
marxista colombiano decía: “Nuestra revolución es nacional en la forma e
internacionalista en el contenido”[3].
Pensamientos y prácticas de ese tipo se necesitan en el ámbito de la
revolución para poder responder a los retos que la misma lucha de los
trabajadores y de los pueblos nos exige.
- ¿Por qué proletario?
Porque
el proletariado ha renacido de las cenizas en que la burguesía y los
“nacionalistas” lo habían querido enterrar. Los trabajadores
informalizados por la reestructuración post-fordista, los “precariados”,
el “cognitariado”, los obreros que sufren condiciones precarizadas de
trabajo, y millones de pequeños y medianos productores –que fungen como
“empresarios”– han empezado a entender que son trabajadores, que su
lugar en la producción es subordinada, que sus ingresos son iguales o
peores que los de los “trabajadores centralizados”. Éstos son aquellos
que el sistema necesita para realizar el montaje final de las partes y
sub-partes que se producen en un sistema capitalista dislocado,
deslocalizado, transectorizado, descentralizado y desconcentrado, que
hoy sólo sirve para sobre-explotar y dispersar a los trabajadores por
todos los rincones del orbe.
Hoy
ese proletariado informalizado está compuesto, por un lado por cientos
de miles de trabajadores profesionales y técnicos de gran capacidad y
especialización, y por el otro, por cientos de millones de obreros y
desempleados que se mueven en la informalidad más aberrante, que
trabajan y subsisten en condiciones de miseria y pauperización
crecientes, que son las que han alimentado el fuego de la revolución del
siglo XXI.
Porque
el “viejo topo” ha vuelto a cavar desde los socavones y áreas desoladas
de la moderna minería, desde los latifundios productores de materias
primas para los agro-combustibles, desde las calles y mercados
informales de las metrópolis de todo el mundo, pero también desde las
micro-empresas regadas por todo el planeta y desde las más sofisticadas
oficinas del sistema financiero; porque el proletariado ahora reaparece
más fortalecido que nunca a reclamar su lugar en la tierra, es porque
nos reclamamos con espíritu proletario.
- ¿Por qué post-capitalista?
Porque
en la cúspide del desarrollo capitalista y el inicio del camino hacia
la destrucción del eco-sistema planetario, está demostrado que la
humanidad ya ha conseguido construir las fuerzas productivas necesarias
para vivir con bienestar, con abundancia de bienes y servicios
necesarios para co-existir con la naturaleza, y que sólo se requiere una
nueva forma de organización social que nos permita compartir con
equidad esos fabulosos logros humanos.
Mientras
el capitalismo se esforzaba por llevarnos a la crisis sistémica de la
economía especulativa parasitaria, por otro lado, casi
imperceptiblemente lo más avanzado de la humanidad ha ido creando
teorías y prácticas que sustentan la posibilidad real del disfrute en
común de los bienes que nos ofrece la naturaleza o de aquellos que con
nuestra creatividad hemos producido.
La
apropiación colectiva de los medios de producción empezó oficialmente
en el siglo XIX con el “asalto al cielo” de los obreros parisinos
(1871), y fue continuada por los esfuerzos de los obreros rusos y los
pueblos de todos los continentes durante el siglo XX, pero esa
apropiación comunal ya había sido un invento de los humanos en su
proceso de superar el reino de la necesidad. El problema fue que
estuvimos perdidos de esa meta durante varios milenios, pero finalmente
se están dando las condiciones para superar esa fase y pasar al reino de
la libertad.
Durante
las últimas décadas han aparecido prácticas y teorías que sustentan
científicamente la validez por un lado de la democracia participativa
como forma de organización del auto-gobierno, y por el otro de una
economía de equivalencias que nos permita superar la fase de la economía
crematística.[4]
- El método de la corriente
No
es otro que juntarnos. Con humildad y sin petulancia. Sabiendo que
todos debemos aprender, no sólo de lo que saben y practican los demás
sino de lo que está por ser descubierto. Cada uno de los puntos
planteados exige desarrollo, precisión, fundamentación. La corriente
sólo es compartir lo que estemos produciendo, apoyarnos mutuamente, ser
solidarios y colaboradores, actuar tal como queremos que actúe la
sociedad.
Es
claro que la corriente de pensamiento puede agotarse en debates y
escritos. Sin embargo, debemos confiar en el valor de la idea. La frase
de Kurt Lewin “No hay nada más práctico que una buena teoría” debe ser
retomada en toda su dimensión y puesta al servicio de la tarea más
importante que existe en el momento que es la de “clarificar las ideas”.
Lo demás, ya vendrá. Por añadidura.
[1] Marx, Karl. Las pretendidas escisiones en la Internacional. Ginebra, 1872
[2]
Lo mismo ocurrió con las religiones, las sectas se apropiaron del
espíritu y de la verdad. Ésta situación está siendo enfrentada desde el
seno mismo de las religiones por teóricos – entre otros – como Deepak
Chopra o el Rabbí Laibl Wolf.
[3] Francisco Mosquera. “Lecciones de táctica”. Ediciones Tribuna Roja. Bogotá, julio de 1997
[4]
Entre otros aportes destacamos los esfuerzos de teóricos como los de la
Escuela de Bremen y de Escocia encabezados por Paul Cockshott, Allin
Cottrell, Heinz Dieterich y otros investigadores, con su trabajo sobre
“Economía de Equivalencias”, y los de Elinor Ostrom, premio nobel de
economía de 2008 con sus estudios sobre “Gobierno de los Bienes
Comunes”.
Gentileza de Fernando Dorado