Cristo no fue un Hombre, fue un Mensaje


La llegada de Navidad podría ser una invitación a abrir un espacio de reflexión en el cual nos atrevamos a observarnos, a repensarnos e intentar comprender el significado de nuestro paso por la tierra.

Quizá lo primero que debamos hacer sea el despojar el enfoque convencional acerca de navidad e ir más allá del giro comercial que tiene en una sociedad que tiene, cual Rey Midas, la capacidad de convertir todo lo que toca, en negocio. Sabemos que para muchas familias es el escenario esperado para reconciliaciones y reencuentros; sabemos que para muchos es la oportunidad de un nuevo intento de acercarse al amor del cual tanto se habla pero con frecuencia, solo se habla. Sabemos también que esta fecha es un acontecimiento social donde cada uno tiene la oportunidad de quedar bien, mediante regalos que se envían en una y otra dirección. El dinero se agota cada fin de año empero, la mayoría de las vidas, luego de la efervescencia navideña retornan a su situación original.

Dejemos de lado lo histórico y lo religioso. No importa ya si la fecha del nacimiento de Jesús no fue esa, tampoco que ella se haya modificado varias veces o elegido alguna en el contexto de un Imperio en decadencia, en un intento de cohesionar sus estructuras cada vez más erosionadas por la pujante presencia de numerosas culturas paganas.

Lo que realmente importa es la simbología de una presencia. La aparición de Maestros en diferentes culturas y épocas, no es un proceso casual ni el azar es la explicación. Su nacimiento al comenzar el solsticio de invierno en el hemisferio norte, marca un momento cósmicamente importante, porque es precisamente cuando la luz es más breve, cuando la oscuridad es mayor y se expresa en noches más largas. Nacer en esta época del año, simboliza el retorno de la luz, el triunfo del conocimiento sobre la ignorancia, marcando el itinerario que todo ser que se despierta debería seguir.

La Navidad es el ritual del retorno de la luz, mediatizado por una mujer llamada María que etimológicamente significa Madre en alusión a lo receptivo, expresión humana de la madre tierra que nos cobija y alimenta. La virginidad aludida, más que una característica de orden sexual, simboliza la inocencia que precede al ejercicio del amor incondicional al interior de un camino de autoconocimiento. La pureza es la ausencia de maldad, es decir un nivel vibratorio esperable en el comportamiento humano que cumple en la tierra una misión evolucionaria de la cual cada uno es protagonista.

La presencia del Rey Herodes simboliza la resistencia del mundo convencional, constituido por gente dormida a todo proceso de despertar. Se combate al que se aparta del rebaño, se ataca a quienes se atreven a ser diferentes, se intenta persuadirlos que continúen los caminos transitados por los demás, se recomienda sin decirlo, continuar viviendo dormidos, convertidos en zombies consumistas que con su estilo de vida, le sean funcionales a un sistema que precisa vendernos lo que no necesitamos mientras destruye nuestras vidas y profana la madre tierra.

Los reyes magos nos recuerdan la importancia de la presencia de los maestros, de los mentores y guías que nos ayuden a purificarnos, a darnos cuenta de los misterios de la vida, que nos enseñen a purificarnos y que con su ejemplo nos muestren el sendero a seguir. No será permanente su presencia pero será huella fundamental que luego, incluso en silencio, nos ayudará a recuperar la sensibilidad que nos devuelva la visión y con ello la comprensión de la misión que traemos. Nos recuerda también la importancia de consagrar nuestras vidas y marcar un norte que sea nuestro norte en el desierto de esta civilización.

Juan Bautista a su vez simbolizara la importancia de la iniciación entendida como la muerte ritual y el segundo nacimiento que más adelante Jesús recordara a Nicodeno diciéndole tienes que volver a nacer. Nuestro nacimiento biológico es apenas una parte de la vida, el fundamental es el segundo nacimiento, cuando ya nos damos cuenta del significado de la vida y de la importancia de nuestra misión, como escenario donde ocurrirá la evolución de nuestra consciencia, razón fundamental de nuestro paso por la tierra.

Las tentaciones que se presentan a Jesús, son las pruebas que todo buscador enfrenta en el proceso de convertirse en aprendiz y luego guerrero de la luz. Es el mundo y su constante seducción para banalizar nuestra existencia y concentrarla en frivolidades; es la propuesta permanente a solo mirar afuera, a permanecer ocupados y preocupados en aspectos secundarios de manera que no quede tiempo ni energía para lo fundamental que está adentro. La vida comienza cuando llegamos al punto de superar las adversidades es decir fortalecernos con ellas, incluso agradecer que hayan ocurrido.

La crucifixión simboliza la entrega, la pasión desapegada con la que requerimos vivir para alcanzar la dignifica que es pasaporte a la plenitud, el terreno donde encontramos el sentido a esta existencia la entrega total posibilita que uno aprenda a fluir al punto de convertirse en lo que hace, a situarse más allá de las dualidades y las apariencias. En verdad no sabemos completamente lo que necesitamos para crecer, a veces, es lo que menos nos gusta o aquello que más tememos.

La resurrección es el mensaje que la muerte no existe, que ya visitamos antes el planeta escuela tierra y que si es necesario, volveremos hasta completar trabajos pendientes que tienen relación con la evolución de nuestra consciencia. Somos energía, por nuestras venas invisibles circula la eternidad. En este sentido, Cristo no es, no fue un Hombre, es un mensaje que alude al comprender y aprender a vivir en el nivel de consciencia donde ocurre la evolución determinada por nuestra misión. Que esta navidad nos recuerde, ese importante legado, reservado para quienes están despiertos.

CHAMALU
@chamalu1